La Virgen María (29)

El Rosario en honor de la Virgen María

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 
 



 

MEDITACIÓN

 

EL ROSARIO EN HONOR
DE LA VIRGEN MARÍA





EL ROSARIO EN HONOR DE LA VIRGEN MARÍA


El valor del Santo Rosario.

El Santo Rosario viene a reconocer el lugar que María ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia, como Madre, Corredentora y Medianera.

El Rosario que la Virgen María nos entrega, es camino de oración vocal, mental y contemplativa. Libro abierto donde contemplamos a María totalmente entregada a la obra redentora de su Hijo. Es también, el compañero inseparable en nuestra peregrinación terrena.

Decía el Venerable Juan Pablo II: Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia… (E.P.D. 1978, 9-10)
 

Los Misterios gozosos del Rosario.

La contemplación de los misterios gozosos del Rosario nos introduce en el interior del corazón de la Virgen María que llamada ser Madre de Dios, es excepcionalmente redimida y llena de gracia. Llena de gozo, sale al encuentro de Isabel que la proclama bendita entre todas las mujeres.

Llegada la plenitud de los tiempos, María da a luz por obra del Espíritu Santo. Comienza la presencia histórica del Redentor, suprema expresión del amor del Padre para que todos los hombres se salven (Cf. Jo.3, 16). Fiel a la Ley, acude al templo de Jerusalén donde recibe el anuncio del precio de dolor que ha de pagar como Madre y Corredentora. En silencio reverencial acoge la respuesta del Hijo. María busca ansiosamente a Jesús que permanece tres días en el templo porque ha de dedicarse a las cosas del Padre.
 


Los Misterios luminosos.

Los misterios luminosos nos introducen en la vida pública de Jesús. Con María, contemplamos espiritualmente el bautismo de Jesús, los cielos abiertos. Oímos la voz del Padre y vemos al Espíritu Santo sobre Jesucristo.
 
Con María participamos en la boda de Caná. La Madre intercede ante el Hijo y Cristo realiza su primer milagro. María nos interpela: Haced lo que Él os diga. Es una invitación a abrir el corazón a la predicación de Cristo. María nos pide que nos dejemos inundar por la luz de la Transfiguración, gracia de Dios en nuestras almas, y nos atrae irresistiblemente a la Eucaristía Sacrificio, Comunión y Tabernáculo.


Los Misterios dolorosos.

Con María acompañamos a Cristo en la oración del huerto que nos enseña la necesidad que tenemos de tiempos suficientemente largos de oración. Contemplamos la agonía de Getsemaní en comunión con la humillación extrema de Jesús. Permanecemos junto a la Cruz con María: Ella nos acoge como hijos y nosotros la acogemos como Madre. Permanecemos adorando a Cristo muerto por nosotros en silenció, acompañando a su Madre.


Misterios gloriosos.

La contemplación de los misterios gloriosos en el secreto del corazón de la Virgen nos convierte en testigos de la gran alegría: Cristo ha resucitado, triunfador sobre el pecado y la muerte, sube a los cielos y allí nos prepara un lugar (Cf. Jo. 14,2), nos envía su Espíritu para que santifique a la Iglesia y la conduzca a la plenitud, glorifica a su Madre que, en cuerpo y alma, nos precede en el cielo y la corona como Reina.


Conclusión.

Llevemos el Rosario en el corazón como recuerdo amoroso de la vida de Cristo. En los labios, recitando las avemarías. Y en las manos, como defensa ante el mal.

Renovamos nuestra consagración a la Virgen del Rosario: somos totalmente de la Virgen María como la mejor manera de ser totalmente de Cristo y de su Iglesia.


NOTA.
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“EL SANTO ROSARIO”

 



   


 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.