La Virgen María (25)

María, Madre y Modelo de la Vida Consagrada

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 
 



 

MEDITACIÓN
 

 

MARÍA, MADRE Y MODELO
DE LA VIDA CONSAGRADA

 




MARÍA, MADRE Y MODELO DE LA VIDA CONSAGRADA


Porque es Madre y Modelo de comunión trinitaria.
 
María es la llena de gracia (Lc.1, 28). Esto implica una especial consagración y comunión trinitaria que Ella recibe privilegiadamente.

Las personas consagradas están llamadas a vivir inmediatamente dedicadas a Dios, viviendo intensamente la comunión trinitaria recibida en el Bautismo. Están llamadas a ser en la Iglesia alabanza y gloria de la Santísima Trinidad. María es la Madre y el Modelo de la comunión trinitaria, elemento esencial de la Vida consagrada.
 


La comunión de María con en el Padre.

La comunión privilegiada de María con el Padre nos recuerda la primacía de la iniciativa de Dios en la vocación. El Padre la elige para ser Madre-Virgen del Hijo por obra del Espíritu Santo. María responde con un sí total (Cf. Lc. 38).

Llamada y respuesta de María que son prototipo para la persona consagrada. La iniciativa de la llamada a la vida consagrada es de Dios. La persona consagrada ve en María el modelo de su respuesta.


La comunión de María con el Hijo.

María vive una especial comunión con el Hijo por la plenitud de gracia que la une íntimamente a Cristo y por su misión maternal que comporta comunión en el cuerpo y la sangre. Por ello, María vive una total dedicación al misterio y a la misión del Hijo.

La persona consagrada aprende de María a vivir sólo para Cristo, a su servicio. Ésta es su razón de ser. Aprende, igualmente, a vivir el estilo de vida de Cristo obediente, pobre y casto.

María pide a los consagrados que sean portadores de los sentimientos de Cristo en la evangelización, en el sacramento de la Reconciliación, en la acogida a los pobres de alma y de cuerpo, a los enfermos, a los abandonados, a los pecadores… según el carisma recibido.


La comunión de María con el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo invade, cubre y protege a la Virgen María (Cf. Lc.1,34-35). La conduce a la intimidad de la oración y le enseña a guardarlo todo en el corazón (Cf. Lc.2, 19. 51).

María enseña al consagrado a ser fiel a la acción del Espíritu Santo y a vivir en su intimidad perseverando en la oración como la primera y más urgente necesidad y alma de todo apostolado.

La vida María.
 
La vida de María es espejo en el que resplandece el carisma de la vida consagrada: los votos, las observancias regulares, la oración litúrgica y personal, la vida común, las virtudes, la ascesis, el apostolado… Imitar a María es "regla de conducta", "proyecto de vida" para el consagrado.

La relación filial del consagrado con María es camino privilegiado de fidelidad a la vocación. María nos ofrece el verdadero amor y nos anima a ofrecer nuestra vida por Cristo, en la Iglesia, para la salvación de las almas.

El consagrado aprende de María a ser transparencia de Cristo, tratando de vivir al estilo de María, haciendo de su vida un Sí sostenido: Sí a la comunión trinitaria, Sí a Cristo y su Evangelio, Sí a la Iglesia, Sí al Fundador, Sí a las Constituciones. Sí a las "sanas tradiciones".

El consagrado recorrerá el camino de su vida cantando el "Magnificat" con María, proclamando las grandezas del amor y la misericordia del Señor, desbordando el fruto de la contemplación sobre la Iglesia y el mundo.

El consagrado vivirá totalmente entregado a María, Madre y Maestra, Prototipo y Modelo de la Vida consagrada. El consagrado vive totalmente convencido de que ser totalmente de María, es la mejor manera de ser totalmente de Cristo y de su Iglesia en fidelidad a su vocación y carisma.

 


 

    


 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.