La Virgen María (19)

María, Madre Dolorosa

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 
 



 

MEDITACIÓN

 

MARÍA, MADRE DOLOROSA





MARÍA, MADRE DOLOROSA

Maria parece que no debía sufrir

María parece que no debía sufrir porque es Madre de Cristo, el "mejor de los hijos de los hombres”, autor del cuarto Mandamiento. ¿Cómo iba a permitir el sufrimiento de su Madre.

María parece que no debía sufrir porque es Madre del Verbo de Dios hecho hombre, eternamente bienaventurado. Su Madre, está llamada a participar de la bienaventuranza del Hijo.

Y, sin embrago, María es Madre Dolorosa.

Porque es la voluntad del Padre. Al ser Madre del Redentor participa de la finalidad de la redención que ha de realizarse a base de dolor. Por lo tanto, así como la redención sería por medio del dolor, así María Corredentora, está íntimamente vinculada al dolor como causa secundaria de la redención.

Así lo acepta María.

María acepta el plan de Dios: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc.1,38). Cuando María pronuncia estas palabras, lo hace con un conocimiento completo de causas y de la situación de la naturaleza humana. Como el que contempla un cuerpo enfermo y puede ofrecer la medicina que sana (Cf. L.G.61).

Eva colaboró con la serpiente en el pecado. María “nueva Eva” colabora con Cristo en la redención y la gracia participando místicamente en el dolor de la de la Pasión.

El dolor corredentor de María abarca toda su vida. Desde la pobreza extrema de Belén, la huida a Egipto, el anuncio de Simeón… hasta la cumbre del dolor y el sufrimiento junto a la Cruz del Hijo. María Madre es testigo de la horrorosa muerte de su Hijo. Cual sería su dolor.

El dolor de Abrahán duró unas horas y un ángel puso fin a la dolorosa prueba. El dolor de María dura treinta años, desde Belén hasta la muerte del Hijo en la Cruz.

El dolor de María es especialmente intensivo porque el amor al Hijo es en función: del amor natural y sobrenatural que le profesa. Lo ama más que a si misma porque es su hijo y porque es Dios.

Nuestra postura.

Consolamos a María en su dolor, amando con Ella a Cristo en la entrega al Padre haciendo su voluntad, en la entrega a la Iglesia para que sea santa, y en la los hombres para que se salven.

Consolamos a María en su dolor, ofreciendo con Ella a Cristo, nuestros dolores, enfermedades, dificultades de la vida, cumplimiento del deber, penitencia voluntaria...


SUPLICA

Ea, Madre, fuente del amor
Haz que sienta yo la fuerza de tu dolor
Para que llore contigo.

Haz que arda mi corazón
En el amor de Cristo mi Dios
Para que de este modo le agrade.

Haz que lleve la muerte de Cristo
Hazme socio de su Pasión y que venere sus llagas.

Haz que herido con sus heridas
quede embriagado con la Cruz
y con la sangre de tu Hijo.

Haz que yo llore piadosamente contigo
Y que conduela del Crucificado mientras viva.
Haz que esté contigo junto a la Cruz
Pues quiero asociarme contigo En tus santos dolores.

Madre mía, llévame al Cielo.

 



    


 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.