Domingo 6º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

SÉPTIMO DOMINGO – CICLO A
                   

 

          La meditación del Rosario es un estímulo para recorrer el camino de la santidad porque aumenta nuestro amor y conocimiento de Cristo, así como el deseo de imitarlo. Todos los bautizados estamos llamados a la santidad.
 


PRIMERA LECTURA
. Lev. 19, 1-2. 17-18.

Llamados a ser  santos.

         “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” Esta capítulo del Levítico contiene el llamado “Código de la santidad”

         Se trata de un precepto. Dios pide santidad a su pueblo para poderse comunicar con él y para que éste pueda comunicarse con Dios.

         Precepto que vemos ratificado en el Nuevo Testamento. Dice el Señor: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” O sea, sed santos a semejanza de Dios porque participáis de la vida del Padre por la redención y la gracia del Hijo a impulsos del Espíritu Santo. Participar de Dios, es participar de su vida, esto es, de su santidad. Es, ser radicalmente santos.

Obligados a ser santos.

 Tenemos la obligación de ser santos porque estamos obligados a cultivar la vida sobrenatural que recibimos en el Bautismo. San Pablo no duda en decirnos: “Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”  Y San Pedro nos dirá: “… lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: Seréis santos porque yo soy santo”.

Qué es ser santos.

         Ser santos es, sencillamente, vivir en gracia de Dios y crecer en ella por los sacramentos, las virtudes sobrenaturales, la oración, el sacrificio, la devoción filia a la Virgen, también con el Rosario.  Con un corazón limpio de pasiones. Cada uno en su propio estado.

Invocación mariana.

         Virgen del Rosario, llena de gracia y santidad. Tú eres ejemplo de fidelidad creciente. Ayúdanos a tomar conciencia de nuestra obligación de santidad, creciendo en la gracia por los medios que Cristo nos ofrece en la Iglesia.
 

SEGUNDA LECTURA. 1ª Cor. 3, 16-23.

Exigencia de santidad.

         Hemos de ser santos porque somos templos de Dios cuya vida participamos en nuestras almas por la gracia santificante que recibimos en el Bautismo y que estamos obligados a cultivar.

         Porque nuestros cuerpos son, consecuentemente, templos de Dios. Hemos de cuidar el templo de Dios. Si pecamos, destruimos el templo y Dios nos destruirá.

         Porque hemos de cultivar la verdadera sabiduría que es la de Dio, no la de este mundo.

Porque no nos pertenecemos a nosotros mismos. Pertenecemos a Cristo Somos de Cristo y Cristo es de Dios: “Vosotros (sois) de Cristo y Cristo de Dios”

Invocación mariana.

         Santa María, llena de gracia y santidad, enséñanos a cultivar la vida de la gracia. Santa María: tu cuerpo virginal es templo excepcional de Dios, enséñanos a respetar nuestros cuerpos libres de toda impureza.
 

TERCERA LECTURA. Mt. 5, 38-48.

El camino de la santidad.

El camino de la santidad es el amor. Jesús sintetiza el camino de la salvación diciendo que el amor es el primer y más importante mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En esto mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas”  (Mt. 22, 37-41)

La revolución del amor.         

En el Evangelio de hoy, Jesús nos muestra la revolución del amor al plantear unas exigencias desconocidas para los publicanos: No responder con la misma moneda al que nos agravia; poner la otra mejilla si nos abofetean; al que nos quiere quitar la túnica, darle también la capa; al que nos pide compañía para el camino, acompañarlo hasta el final; dar al que nos pide prestado…

Igualmente, amar a los enemigos, hacer el bien al que nos aborrece, rezar por el que nos persiguen y calumnian.

Daremos testimonio como hijos de Dios.

         Así demostramos con hechos que somos hijos de Dios “que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”  Estaremos cumpliendo  el mandato del Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Invocación mariana.

         Santa María, Tú que amas a Dios como ninguna criatura puede amarlo. Tú que abrazas y perdonas a los enemigos de tu Hijo que lo crucifican. Tú que te comporta como Madre excepcional. Enséñanos a dejarnos amar por Dios, a amar a Dios totalmente y amar a nuestro prójimo siempre y en toda circunstancia.


        


 

 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.