Domingo 21º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO – CICLO A.
                 
 

         Con María, contemplamos la vida de Cristo. El Rosario nos ayuda a descubrir la fidelidad de Cristo –el Administrador fiel- a la misión redentora que el Padre le confía en el amor del Espíritu Santo y que el mismo Cristo transmite a la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro.

 

PRIMERA LECTURA Isaías, 22, 19-23.

Cristo es profetizado como el administrador fiel.  

Revestido de  la túnica de la verdad.

Cristo es la Inteligencia eterna del Padre, Verdad absoluta, frente al error de los mayordomos anteriores. Por eso, hemos  de rechazar a los administradores infieles dejando el pecado como error, y adherirnos, entregarnos a Cristo en la Iglesia.
 

Ceñido por  la banda de la justicia.

         Cristo dará a cada uno su merecido. Premiará a los buenos y castigará a los malos. El bien triunfará sobre el mal. La gracia sobre el pecado. Hemos de esforzarnos para que el bien triunfe en nuestra vida por la perseverancia en la gracia.
 

Dotado de poder

         El poder de Cristo no será humano ni político. Será el poder espiritual, trascendente. Poder para atar y desatar, para abrir y cerrar, administrado con amor y misericordia. Sus efectos no son inmediato en este mundo. Se manifestarán plenamente al final de los tiempos.

         Mientras tanto, es posible que el poder espiritual de Cristo vaya triunfando sobre nosotros y sobre el mundo, si perseveramos en el bien y luchamos por ello.
 

Es como un padre.        

         Porque nos salvará, causará la redención, nos perdonará y nos dará la  vida sobrenatural de la gracia. Hemos de abrir las puerta a la vida que Cristo nos trae.
 

Es Rey.

         Su reinado es eterno. No tiene principio, ni fin. Todos los poderes de este mundo terminarán postrándose ante Él. Será un reinado glorioso para siempre.
 

Invocación mariana.

         ¡Dios te salve, Reina y Madre de misericordia! Eres Reina porque eres la Madre del Rey. Queremos aprender de Ti a abrir nuestras puertas a Cristo para que tome posesión de todo, y a vivir totalmente sometidos a Él. No tenemos miedo a abrir nuestras puertas de par en par a Cristo.

 

SEGUNDA LECTURA. Romanos. 11, 33-36.

Alabamos la Sabiduría de Dios. 

         Porque ha encontrado la única solución posible al pecado: que el Hijo se hiciera hombre de María Virgen por obra del Espíritu Santo. Es Cristo, nuestro Redentor.

         Porque sus decisiones son de amor y misericordia. Quiere la salvación de todos los hombres y nos congrega en la Iglesia, comunidad de salvación.

         Porque sus caminos son de perdón, gracia y santidad que nos permiten participar de la naturaleza divina, ser hijos adoptivos y herederos de la gloria en y mediante la Iglesia.
 

Invocación mariana.

         Santa María, Madre de la Sabiduría: que nos dejemos reconciliar por Cristo para participar de la vida íntima de Dios, ser y vivir como hijos adoptivos y alcanzar la herencia eterna.

 

TERCERA LECTURA San Mateo 16, 13-20.

Se realiza en plenitud la profecía de Isaías.

         Cristo es el Hijo de Dios, Dios como el Padre, Dios. Por eso, es la Verdad, el Amor, la Justicia, el Poder, la Paternidad, la Realeza...

         Cristo pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?... Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Es San Pedro el que toma la palabra y responde: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

         Nosotros también nos sentimos interrogados. ¿Quién es Cristo para nosotros? ¿Qué significa en nuestra vida? Respondemos con San Pedro: Tú eres el Hijo de Dios vivo.
 

Cristo instituye la Iglesia. 

         Cristo responde a la confesión de San Pedro: ¡Dichoso tú, hijo de Jonás! Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.        

         Cristo instituye la Iglesia peregrina, comunidad de los redimidos: un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Cf. L. G. 4b). La dota de una cabeza visible: Pedro, el primer Papa, y le delega el poder de las llaves para abrir y cerrar, para atar y desatar.
 

Nosotros.

         Nos entregamos a Cristo en la Iglesia: nos dejamos guiar por  su magisterio y santificar por los sacramentos. Nos comprometemos a ser hijos fieles de la Iglesia.
 

Invocación mariana.

         Santa María, Madre de los creyentes: contigo creemos que Cristo es el Hijo de Dios, Dios entre nosotros. Santa María, Madre de la Iglesia: contigo nos entregamos a la Iglesia. Lo hacemos prendidos de tu Rosario.


 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.