LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Solemnidad


 


 

 

Solemnidad de la Ascensión del Señor

 

Celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Es el segundo misterio glorioso del Rosario. Con María, nuestra Madre, recordamos que Cristo ha cumplido la misión que el Padre le había confiado realizar sobre la tierra. Cristo sube al Cielo por su propia virtud, porque es Dios como el Padre. Nos postramos para adorar el misterio con los discípulos de Jesús y con la Virgen María.

 

PRIMERA LECTURA Hechos, 1, 1-11.
 

Las instrucciones de Cristo.

¡La Ascensión de Cristo a los cielos! Los Hechos de los Apóstoles nos invitan a recordar la vida y las enseñanzas de Cristo. Nos narran las últimas instrucciones que los apóstoles reciben: esperar en Jerusalén el cumplimiento de la promesa del Padre para ser bautizados con Espíritu Santo. Recibirán la fuerza de lo alto para ser testigos de Cristo en Jerusalén, en toda Judea; en Samaria y hasta los confines del mundo". Dicho esto, "le vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista.

¡La Ascensión de Cristo!. Damos gracias a Dios Padre por su designio de amor y salvación. Damos gracias a Jesucristo que, por amor a nosotros, se hizo obediente al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz (Cf. Fil.2, 8). Damos gracias al Espíritu Santo que protege y alienta la obra de la Redención.
 

Renovar la presencia del Espíritu.

Cristo, también nos pide a nosotros que permanezcamos en oración con la Virgen María para que se renueve la presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Él nos confiere la valentía y la fuerza que necesitamos para sus testigos ante el mundo.

La Ascensión del Señor es una invitación a renovarnos en nuestro ser y obrar como cristianos. Invitación y compromiso que los bautizados hemos de asumir.
 

Invocación mariana.

Santa María de la Ascensión. Enséñanos a perseverar contigo en oración para esperar la venida del Espíritu Santo que nos renueve en el amor y en la entrega.

 


 

SEGUNDA LECTURA Efesios 1, 17-23.
 

Pistas de renovación.

El Apóstol S. Pablo nos marca pistas para realizar la renovación que necesitamos: cultivar el don de la fe sobrenatural y vivir la esperanza del bien que esperamos alcanzar, unidos a Cristo nuestra Cabeza.

Cultivamos el don de la fe cuando nos empeñamos en conocer la Verdad revelada bajo la guía del Magisterio de la Iglesia. Sin el conocimiento de la Verdad, no puede haber renovación. La Iglesia pone en nuestras manos un instrumento actual de conocimiento de la Verdad: el Catecismo de la Iglesia Católica.

Cultivamos el don de la esperanza sobrenatural cuando esperamos alcanzar la salvación eterna apoyados en el dogma de la Ascensión del Señor. Somos miembros del Cuerpo Místico cuya cabeza es Cristo. Esperamos estar allí donde está nuestra Cabeza. Nos dice el Catecismo: Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él eternamente.

La Ascensión del Señor nos invita a vivir mirando hacia lo alto, hacia el cielo. Esto es, a trabajar por nuestra salvación cumpliendo los Mandamientos de la Ley de Dios, perseverando en la gracia por medio de la frecuencia del sacramento de la Penitencia, centrados en la Eucaristía, cumpliendo los deberes del propio estado...
 

Invocación mariana.

Señora de la Ascensión. Enséñanos a vivir en fe adherido a la verdad de Cristo en la Iglesia. A vivir en la espera gozosa de la salvación apoyados en la Ascensión de Cristo. A vivir entregados en comunión con Cristo para gloria del Padre en un mismo Espíritu.

 

TERCERA LECTURA San Mateo 28, 16-20
 

El mandato apostólico.

Acogemos el mandato de Cristo antes de subir al Cielo. Es el mandato apostólico. Tenemos que ser apóstoles con la palabra y el testimonio. Apóstoles en el sacerdocio al servicio de la salvación de las almas; en la vida consagrada como testigos del amor y la misericordia; en el matrimonio y en el hogar, abiertos a la vida y educando cristianamente a los hijos; en el trabajo y la profesión con el cumplimiento del deber; en la vida social y política respondiendo de la fe católica , sin traicionar la conciencia rectamente formada.
 

Apostolado valiente.

No tengamos miedo a comportarnos cristianamente. La promesa de Cristo nos hace valientes: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Sí, Cristo asiste a su Iglesia, a los bautizados, a cada uno de nosotros. No tengamos miedo, Cristo intercede por nosotros y nos tiende la mano.
 

Invocación mariana.

Santa María de la Ascensión, modelo de fe, de esperanza y de amor. Tú eres la primera en seguir a Cristo de forma privilegiada, Asunta al cielo en cuerpo y alma. Tú nos enseñas cómo hemos de comportarnos para participar definitivamente de los frutos de la Ascensión del Señor a los cielos. A ti, Sra. del Rosario, nos consagramos con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos.

 

 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.