Domingo 7º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

SÉPTIMO DOMINGO – CICLO B
                 

 

La contemplación de la vida de Cristo en el Rosario nos va introduciendo en el misterio de la Redención. El conocimiento y el amor de Cristo sacia nuestra sed de Dios y nos va marcando el camino hacia la patria definitiva.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías 43, 18-19. 21-22. 24b-25.

Orientados hacia Dios.

La Palabra de Dios siempre encierra un mensaje de perdón: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo.

Dios anuncia un germen de vida y salvación que ya está brotando que hará olvidar la infidelidad del pueblo.

Dios abrirá caminos para atravesar el desierto hacia la patria prometida. Ofrecerá agua para los sedientos, alimento para los hambrientos, alivio para el cansancio.

Dios vela por nosotros de forma permanente: no aborrece ni se cansa del hombre que Él ha creado por amor. Dios es misericordia infinita, siempre dispuesto a perdonar y a olvidar el pecado: Yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.
 

Orientados hacia Cristo.

El Profeta está anunciando a Cristo como revelación del amor misericordioso del Padre, y a la Iglesia peregrina, hambrienta y sedienta, hacia la Patria definitiva. Nosotros somos los peregrinos y Cristo nos ofrece su cuerpo y sangre como alimento y bebida para el camino.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú nos ofreces el Cuerpo y la Sangre de tu Hijos como alimento y bebida para no desfallecer en el camino, Tú nos ofreces el Rosario como oración del camino para ir progresando en el conocimiento, amor e imitación de tu Hijo.


 

SEGUNDA LECTURA. Segunda a los Corintios 1, 18-22.

Necesidad de certezas.

Los primeros cristianos necesitaban certezas frente a las dudas que engendraba el comportamiento inmoral y permisivo de los corintios: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero sí y luego no. Hoy seguimos necesitando certezas frente a tantos asaltos ideológicos.
 

Cristo es la certeza.

Cristo es la certeza porque su vida y su doctrina son afirmación firme y segura. Como Hijo de Dios es el SÍ del amor divino al hombre. Como Redentor es el SÍ a la total entrega en obediencia al Padre que nos salva. Como Sacerdote Eterno es el SÍ que nos unge y nos sella en el Espíritu Santo con carácter imborrable. Como Anuncio del Reino invitando a la conversión es el SÍ que nos marca el camino seguro de la salvación.
 

Invocación mariana.

María: tu vida es un sí sostenido a Dios porque eres Madre de Cristo, el Sí absoluto y total al Padre. Enséñanos cómo hacer de nuestra vida un SÍ -Amén- para gloria del Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.

TERCERA LECTURA. San Marcos, 2, 1-12.

La búsqueda de Jesús.

La gente busca ansiosamente a Jesús: Cuando... se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. El les proponía la palabra. Hoy, como ayer, buscamos a Jesús porque necesitamos del SÍ de su vida y de su enseñanza.
 

La curación del paralítico.

La gente llevan al paralítico ante Jesús y encuentra el don de la fe para el alma y la curación para el cuerpo: Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: Hijo tus pecados quedan perdonados. Jesús propone la palabra –el sí- por la predicación y su acogida por la fe.

El milagro es para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados. Los milagros de Cristo vienen en ayuda de nuestra debilidad, para confirmar nuestro sí a Cristo.


Invocación mariana.

Madre del Rosario: necesitamos de Cristo porque es el Sí que nos redime y nos salva, necesitamos del Evangelio porque nos marca el camino seguro de la salvación, necesitamos de la Iglesia porque nos ofrece el Sí del seguimiento a Cristo y la verdad del Evangelio.

Madre: que vivamos en comunión con Cristo, tu Hijo, siguiendo el Evangelio, fieles a la Iglesia.


        


 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.