Domingo 30 º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 


 

 DOMINGO TRIGÉSIMO – CICLO C
                 
  

La meditación de los misterios del Rosario nos ayuda a descubrir el sentido de la justicia de Dios. Dios administra la justicia perdonando, liberando del mal, olvidando el pecado de los que se lo suplican.

 

PRIMERA LECTURA. Eclesiástico (Sirácida) 35, 15b-17. 20-22ª.

La justicia de Dios.

La justicia de Dios no es como la justicia humana. La justicia humana juzga el delito e impone una pena proporcionada, aunque haya arrepentimiento de la falta cometida. La justicia de Dios siempre perdona al que se arrepiente, y olvida el pecado.
 

Las preferencias de Dios.

La justicia de Dios tiene sus preferencias: son los pobres, los oprimidos, los huérfanos, las viudas… Son, bíblicamente, los que viven abandonados en Dios: los humildes. Estos no cejan hasta que Dios les atiende. Dios escucha las súplicas que le dirigen, oye sus gritos y sus quejas, alivia sus penas.
 

La justicia de Dios se cumplirá plenamente en el cielo: Los desgraciados de este mundo hallarán la salvación y la felicidad plena que nadie les podrá arrebatar.
 

Invocación mariana.

Santa María, Madre de los pobres porque vives totalmente abandonada en los brazos de Dios y porque eres la humilde esclava del Señor. Enséñanos a ser pobres y humildes, a orar con fuerzas a nuestro Padre Dios para que se apiade de nosotros, nos perdone, nos libere de las injusticias de este mundo y nos salve.

 

SEGUNDA LECTURA. Segunda Timoteo 4, 6-8. 16-18.

La reflexión de San Pablo.

San Pablo está en la cárcel. Su martirio está cercano: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. Trata de infundir ánimo a Timoteo y a los primeros cristianos.

El Apóstol ha sido fiel a Cristo desde su conversión: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Espera la corona merecida con la que el Señor juez justo lo premiará, igual que premiará a todos los que sean fieles.

San Pablo se declara injustamente tratado por la justicia humana, abandonado y sólo. No se tolera la predicación del Evangelio. Pero la justicia de Dios viene en su ayuda: le da fuerzas para anunciar íntegro el mensaje a los gentiles, lo libra de todo mal y está seguro de que Dios le salvará y lo llevará a su reino del cielo.
 

Nuestra reflexión.

El ejemplo de San Pablo nos anima a ser fieles a Cristo en la Iglesia. Seremos tratados injustamente por las ideologías de moda. Incluso, podremos ser mártires. Pero terminará triunfando la justicia de Dios para siempre y seremos recompensados con la salvación eterna. No tengamos miedo. Seamos valientes para vivir y obrar según las exigencias de la fe. Confiemos en Dios.
 


 

Invocación mariana.

Santa María: en Ti resplandece plenamente la justicia de Dios que te llena de gracia y te adorna con todas las prerrogativas que necesitas para ser Madre Dios. Enséñanos cómo ser valientes en la confesión de la fe, sin miedo a las injusticias humanas y seguros del triunfo de la justicia divina.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas 18, 9-14.

El fariseo y el publicano.

Jesús expone cómo aplica Dios la justicia, mediante la parábola del fariseo y del publicano que suben al templo para orar.

El fariseo ora erguido, en actitud soberbia. Se presenta como superior a los demás, incluido el publicano. Alardea de sus ayunos, de pagar el diezmo de sus bienes, de sus limosnas, de su comportamiento.

El publicano ora en actitud humilde, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador.

La justicia de Dios rechaza la oración del fariseo y acepta la del humilde publicano: Os digo que éste bajo a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.
 

Nuestra actitud.

Nosotros hemos de presentarnos ante Dios en actitud humilde. Somos pecadores y débiles. No somos dignos de ser hijos de Dios. Le pedimos que se apiade de nosotros. Y la justicia de Dios nos abrirá sus brazos, nos perdonará y nos salvará.
 


 

Invocación mariana.

Santa María: Tú te presentas ante Dios como una esclava humilde y pobre. Enséñanos a vivir como esclavos de amor, en pobreza y humildad para que Dios nos salve. Dios es El que es, y nosotros somos lo que no somos.

        




 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.