Domingo 24º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DOMINGO VIGÉSIMO CUARTO – CICLO C
                 
  

 

La meditación de los misterios del Rosario nos muestra el Amor misericordioso de Dios que se hace hombre por nosotros y por nuestra salvación, que sale a nuestro encuentro para perdonar el pecado, para darnos su gracia y para santificarnos.

 

PRIMERA LECTURA. Éxodo 32, 7-11. 13-14.

El pecado del pueblo.

Moisés está dialogando con Dios en el Monte Sinaí. El Señor entrega Moisés el Decálogo, los Mandamientos, que su pueblo ha de guardar. Mientras tanto, el Pueblo cae en la idolatría: se hace un toro de metal y le rinde adoración. El pueblo ha cometido un pecado grave y Dios lo quiere exterminar.
 

El amor misericordioso de Dios.

Moisés ora intercediendo a favor de su pueblo, apelando al amor y a la misericordia del Señor: ¿por qué, Señor vas a castigar al pueblo que libraste de la esclavitud de Egipto manifestando las maravillas de tu poder? Acuérdate, Señor de las promesas hechas a Abrahán, Isaac y Jacob. Dios se conmovió movido por el amor misericordioso y perdonó al pueblo.
 


 

Situación actual.

Nuestra sociedad actual está dejando de adorar a Dios. Se postra ante el placer, el dinero, el egoísmo... parece que se impone la cultura del pecado. Estamos necesitados de oración humilde para pedir perdón y acogernos al amor misericordioso de Dios. Dios siempre escucha esta oración porque nos ama con un amor más fuerte que el pecado y la muerte. Dios siempre perdona. Terminará triunfando el amor y la misericordia de Dios.
 

Invocación mariana.

Santa María, Madre del Amor y la Misericordia: Tú eres la gran intercesora por los hermanos de tu Hijo ante el trono de Dios. Por eso, estamos seguros de alcanzar la misericordia de Dios. Alcánzanos la gracia que necesitamos para dejar el pecado y abrirnos al amor que Dios nos tiene.

 

SEGUNDA LECTURA. Primera Timoteo 1, 12-17.

El testimonio de San Pablo.

San Pablo da testimonio de cómo ha triunfado el amor misericordioso de Dios sobre él: Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Yo era un pecador: un blasfemo, un perseguidor y un violento.

Dios derrochó su gracia en mí: me perdonó, me dio su gracia, la fe, el amor, se fió de mí y me confió este ministerio. Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos.
 

Nuestro testimonio.

Cada uno de nosotros puede dar testimonio del triunfo del amor misericordioso de Dios sobre nuestro pecado. El amor de Dios ha triunfado sobre nosotros perdonando el pecado original en el Bautismo y perdonando los pecados personales en la Confesión. Bendecimos y alabamos el amor y su misericordia. Bendito sea Dios por los siglos de los siglos.
 


 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres objeto excepcional y privilegiado del amor y la misericordia de Dios. Por eso, eres excepcionalmente redimida, libre de toda mancha de pecado original, y tu alma canta las grandezas del amor y la misericordia de Dios. Que nuestra vida de pecadores redimidos sean un canto a las misericordias del Señor.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas 15, 1-32.

Dios busca al pecador.

Dios persigue al pecador hasta darle alcance con su amor misericordioso. Dios se alegra del reencuentro y abraza al que había pecado. Es lo que Jesús nos quiere inculcar con las parábolas de la misericordia.

La parábola de la oveja perdida. Cuando el dueño la encuentre comparte la alegría con sus amigos. Os digo –afirma Jesús- que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

La parábola de la mujer que ha perdido una moneda y la alegría que comparte con las vecinas: Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

La parábola del hijo pródigo. Es la historia del pecador que abandona la casa paterna, que se engolfa en el pecado, que experimenta la lejanía de Dios, que, arrepentido, decide volver a la casa paterna para pedir perdón. El padre lo abraza, le pone una túnica nueva y organiza un banquete en su honor.
 

Es la historia del pecador que necesita de Dios, de su amor, de su misericordia, de su perdón y decide volver arrepentido a Dios. Dios Padre le espera con los brazos abiertos: abraza al hijo, le viste con la túnica de la gracia y lo sienta en el banquete del Reino.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres la Madre que nos busca con solicitud maternal cuando nos alejamos de tu Hijo por el pecado, que nos invitas a la conversión, que te alegras cuando volvemos a Dios y nos abrazas como una madre a su hijo. No ceses de atraernos fuertemente al Sacramento de la Reconciliación para experimentar el abrazo del Padre y sentarnos al banquete de la Eucaristía.


 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.