Domingo 14º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
 



 

DÉCIMO CUARTO DOMINGO – CICLO C
                 
 

Con María, meditamos el tercer misterio glorioso del Rosario: la venida del Espíritu Santo. Nos sitúa en el nacimiento de la Iglesia instituida por Cristo, según la voluntad del Padre, por obra del Espíritu Santo.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías 66, 10-14c.

Festejad a Jerusalén.

El Profeta Isaías nos invita a festejar a la nueva Jerusalén, a gozarnos y alegrarnos en ella, a amarla, a mamar de sus pechos y a saciarnos de sus consuelos.

La nueva Jerusalén será fuente de paz que llevará a sus hijos en brazos y los consolará como una madre a sus hijos.
 

Anuncio profético de la Iglesia.

La nueva Jerusalén es anuncio profético de la Iglesia. La Iglesia es como una madre que ama con ternura a sus hijos, los alimenta, les ofrece paz, consuelo, alegría y los orienta hacia la Jerusalén celestial.

La Iglesia es misterio de salvación, nacida de la voluntad del Padre, instituida por Jesucristo, impulsada por el Espíritu Santo, consumada en la gloria (Cf. C.E.C. 758-769).
 


 

La Iglesia es Madre.

Llamamos Madre a la Iglesia, Santa Madre Iglesia, porque nos da la vida, nos alimenta, nos educa y nos salva.

De Ella recibimos inmediatamente la vida y el alimento sobrenatural por medio de los sacramentos: la vida sobrenatural por el Bautismo, la fortaleza por la Confirmación, recuperar la vida por la Reconciliación, el alimento por la Eucaristía…

La Iglesia nos educa porque marca el camino con la Palabra de Dios y la doctrina que nos salvan. Nos da la paz verdadera y el gozo interior porque nos enseña a ordenar nuestra vida, formando rectamente nuestras conciencias.
 

Invocación mariana.

Santa María: te invocamos como Madre de la Iglesia porque al ser Madre de Cristo, eres Madre de su Cuerpo místico que es la Iglesia. Tú te entregas con Cristo por la santificación de la Iglesia. Enséñanos a vivir y a morir amando a la Iglesia como hijos fieles.

 

SEGUNDA LECTURA. Gálatas 6, 14-18.

La Cruz de Cristo.

La Cruz de Cristo es el origen inmediato y el centro de la vida de la Iglesia. Es el manantial del que manan los sacramentos, la palabra, el camino. Nos convierte en criaturas nuevas por la redención y la gracia.

Por eso, nos gloriamos en ella con San Pablo: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.


Estamos marcados por la Cruz de Cristo.

Los bautizados estamos marcados con la señal de la Cruz. Es una señal indeleble que recibimos en el Bautismo. Es lo que hará decir a San Pablo: que nadie me moleste porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.

Por lo tanto, tenemos derecho a ser respetado como discípulos de Cristo y a proclamar nuestra fe con nuestras obras y nuestro estilo de vida.
 


 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres la Virgen Madre privilegiadamente marcada por la Cruz de Cristo al ser excepcionalmente redimida. Enséñanos como andar con la dignidad que requiere estar marcados con la señal de la Cruz y a ser fieles hasta el martirio.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas 10, 1-12. 17-20.

Necesidad de verdaderos discípulos de Cristo.

La Iglesia necesita discípulos veraces de Cristo, operarios de Reino, fieles a la señal de la cruz recibida en el Bautismo. Oremos al Dueño de la mies para que suscite obreros.

Oremos para que haya sacerdotes identificados con Cristo para santificar por medio de los sacramentos, para enseñar por medio de la predicación de la Palabra y para conducir las almas a la salvación.

Oremos para que haya religiosos dedicados a amar inmediatamente a Cristo y para ser sus testigos amando a los más pobres de alma y de cuerpo con el amor de Cristo.


 

Oremos para que haya seglares presentes en el mundo, fieles a las exigencias del Bautismo, que sean sal y luz dando testimonio valiente de la fe en el matrimonio, en la profesión civil, en la vida social, económica y política.
 

Discípulos fieles a nuestra vocación y misión.

Seamos discípulos fieles perseverando en la vida de la gracia y poniendo los medios para ello. Seamos santos allí donde Dios nos ha puesto.

Seamos discípulos fieles, potadores de paz. Sólo puede dar paz el que posee a Cristo porque Cristo es la Paz.
 

Invocación mariana.

Santa María, ejemplo de fiel seguimiento de Cristo. Enséñanos cómo dejarnos inundar del amor de tu Hijo para ser discípulos fieles y portadores de la paz que el mundo necesita.

 



 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.