Domingo 13º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO TERCER DOMINGO – CICLO B
                 
 

Contemplamos a Cristo en el Rosario con la Virgen María. Cristo es el autor de la vida. Cristo triunfa sobre la muerte con su Muerte. Hemos nacido para la vida. Cristo nos perdona el pecado que causa la muerte y nos abre las puertas de la vida eterna.

 

PRIMERA LECTURA. Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25.

Nacidos para vivir.

Hemos nacido para la vida, no para la muerte: Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes.

Dios nos ha dado el don de la inmortalidad. Estamos llamados a vivir para siempre: Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza.
 

El pecado y la muerte.

La muerte es el castigo del pecado que comete el hombre tentado por el diablo como afirma la Escritura: Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen.

Será Cristo el que vence al diablo con su pasión y muerte y recupera el don de la vida eterna para los redimidos. Por eso, necesitamos abrir las puertas a Cristo para recibir el perdón del pecado y recuperar el don de la vida verdadera.
 


 

Invocación mariana.

Madre de Dios: Tú fuiste privilegiadamente preservada del pecado y de la corrupción de la muerte. Eres portadora de la Vida. Alcánzanos la gracia que necesitamos para dejar toda situación de pecado, ser libres de la muerte eterna y alcanzar la vida para siempre, la salvación.

 

SEGUNDA LECTURA. Segunda Corintios, 8, 7-9. 13-15.

Los bautizados somos portadores de vida.

Los bautizados somos portadores de vida para nuestros hermanos cuando reflejamos la bondad y el amor de Dios manifestado en Cristo. Por eso, hemos de imitar a Cristo en la caridad fraterna, en la atención a los más necesitados.
 

La caridad fraterna.

La caridad fraterna brota de la unión-comunión con Cristo. Se trata de imitar a Cristo: sus sentimientos, su entrega, su oblación...

Es el razonamiento de San Pablo cuando pide generosidad a los corintios para ayudar a los necesitados, para compartir y nivelar el estilo de vida: Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza os hagáis ricos.

Hemos de esforzarnos, ante todo, en ser solidarios con Cristo, prolongación mística de su vida. Entonces, seremos para nuestros hermanos, instrumentos de vida y salvación.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra: Tú eres portadora de vida porque eres la Madre de Dios. Tú desbordas la vida y sales al encuentro de nuestras necesidades espirituales y materiales. Enséñanos a reflejar la vida Dios que llevamos en el alma por la gracia, a vivir en comunión con los sentimientos de Cristo y a ser instrumentos de vida para nuestros hermanos.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos, 5, 21-43.

Los milagros de Jesús.

Los milagros de Jesús confirman su personalidad divina. Sólo Dios tiene poder sobre la salud y la enfermedad, sobre la vida y la muerte y sobre los elementos de la naturaleza. Sólo Dios es el dueño de la vida.

Los milagros de Jesús son reflejo de la bondad y el amor de Dios que sale al encuentro de las necesidades espirituales y materiales de los hombres. A su vez, son camino de salvación para que el hombre se encuentre con Cristo. Es el caso de Jairo y de la mujer hemorroísa.

Jairo es un jefe de la sinagoga, se postra a los pies de Jesús rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva. Jairo pide el don la vida para su hija que, mientras tanto ha muerto.

Jesús pide fe a Jairo: No temas, basta que tengas fe. Jesús va a la casa de Jairo y al contemplar el dolor de los presentes entró en la casa donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: "Talitha qumi" (que significa: "contigo hablo, niña, levántate") La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar y le dieron de comer.
 


 

Sucede, igualmente, con la mujer hemorroísa. Se acerca a Jesús con fe sencilla, toca el borde del manto de Jesús y queda curada: Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.

Jesús es Dios, dueño de la vida, que confirma su poder sobre la muerte. Nosotros nos acercamos a Jesús y le pedimos con fe que nos libre de la muerte del pecado y nos dé la vida eterna, que nos salve. Y experimentamos que Jesús nos dice: tu fe te ha curado. Te devuelvo el don de la vida. No peques más.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios: Tú eres Madre de la vida porque eres la Madre de Cristo. Tú nos ofreces la vida en Cristo por obra del Espíritu Santo. Enséñanos como abrir nuestros corazones a Cristo, cómo dejarnos perdonar, cómo liberarnos del pecado, cómo alcanzar la vida verdadera en Cristo tu Hijo.

        

 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.