Celebramos el quinto misterio glorioso del
Rosario: la Asunción de la Virgen María al Cielo en cuerpo y alma.
Es dogma de fe que gozosamente creemos: “...para
aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de
toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos,
declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su
vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial" (Pio
XII. Const. Apost. Munificentissimus Deus, 1.11.50; Dz.2331-2333).
Lo confirma el Concilio Vaticano II:
La Virgen Inmaculada... terminado el decurso de su vida terrena, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el
Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más
plena a su Hijo, Señor de señora y vencedor del pecado y de la muerte
(L.G. 59b)
Quiere decir que la Virgen María ha
alcanzado la plenitud de la plenitud inicial de gracia. Igualmente, que
participa excepcional y privilegiadamente, en cuerpo y alma, de la
Resurrección y Ascensión de Cristo, que es Asunta al Cielo.
PRIMERA
LECTURA. Apocalipsis 11, 19ª; 12,1-6ª. 10ab.
Celebramos a María porque es la gran señal.
María es señal de la Alianza progresiva que se
inicia en el Antiguo Testamento hasta llegar a la alianza definitiva: el
nacimiento de Cristo, de María Virgen por obra del Espíritu Santo según
el designio del Padre. Alianza definitiva, que se realizará plena y
anticipadamente en la Asunción de María.
María es señal de la paz que Cristo sellará con su
sangre para siempre. Por lo tanto, es señal del triunfo del bien sobre
el mal, de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte, de la
libertad sobre la esclavitud... María, en su Asunción es señal del
triunfo de Cristo sobre nosotros.
María es "la gran señal" porque es
portadora del Redentor: de la alianza eterna, del amor y la
misericordia... y del triunfo final que se realiza anticipadamente en su
Asunción.
Invocación mariana.
Virgen María, que asunta a los cielos continúas
obteniéndonos los dones de la salvación eterna, que cuidas de los
hermanos de tu Hijo que peregrinamos entre peligros y ansiedades (Cf. L.
G. 62b) alcánzanos las gracias que necesitamos para ser fieles a Cristo
en la Iglesia peregrina y alcanzar la salvación.
SEGUNDA
LECTURA. Corintios 15, 20-26.
Celebramos a María porque es primicia de los redimidos.
La Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma,
quiere decir que Ella ha participado de los frutos de la muerte,
resurrección y ascensión de Cristo, anticipada y totalmente, en cuerpo y
alma. Por eso, es primicia de los redimidos.
María, en atención a los méritos de Cristo su
Hijo, es redimida de modo excepcional y privilegiado. Por eso, es
concebida sin mancha de pecado original, siempre virgen, llena de
gracia... Es lógico que Cristo, su Hijo, la lleve al cielo. Por eso,
cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la
gloria celestial.
Invocación mariana.
Virgen y Madre de la Asunción: te contemplamos
asunta al Cielo en cuerpo y alma por los méritos de Cristo. Somos tus
hijos. Alcánzanos las gracias que necesitamos para vivir mirando al
cielo que esperamos alcanzar, fieles a la gracia recibida en el
Bautismo.

TERCERA
LECTURA. 1, 39-56.
Celebramos a María porque es asunta al Cielo en cuerpo y alma.
La saludamos con Sta. Isabel:
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu vientre...Bienaventurada tú que has creído!, porque lo que te ha
dicho el Señor se cumplirá.
Te saludamos María porque has sido especialmente
elegida, bendecida y santificada para ser la Madre de Dios, porque te
has entregado al plan del Padre sin condiciones, porque Cristo ha
premiado tu fidelidad. Por eso, eres asunta al Cielo en cuerpo y
alma.
Celebramos el amor de Dios con María
Con María, damos gracias y bendecimos los
designios del Padre, que se han realizado por Cristo en el Espíritu
Santo: Magnificat... Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Nosotros, los hijos de María, estamos alegres por
el triunfo pleno de nuestra Madre en la Asunción.
El amor misericordioso de Dios ha triunfado sobre
la humildad de su esclava. Por eso, reconocemos la grandeza de Dios, su
santidad y su poder que han hecho obras grandes en María que culminan en
la Asunción.
Invocación mariana.
Santa María de la Asunción: Tú nos invitas a
caminar mirando al Cielo. Tiéndenos tu mano para que prendidos del
Rosario alcancemos la meta de la santidad y la salvación.
Santa María de la Asunción: somos totalmente tuyos
y todas nuestras cosas tuyas son. A Ti nos confiamos y te confiamos al
mundo que nos rodea. Madre: ¡Sálvanos!