LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Ciclo B

Solemnidad


 



 

Solemnidad de la Ascensión del Señor
Ciclo B

 

Con María, celebramos el segundo misterio glorioso del Rosario: la Ascensión del Señor. La Iglesia da gracias porque Cristo ha cumplido la misión que le ha sido confiada por el Padre en el Espíritu Santo.

 

PRIMERA LECTURA. Hechos de los Apóstoles, 1, 1-11.

La Ascensión del Señor.

La Ascensión del Señor es el momento culminante de un camino progresivo que va de Galilea a Jerusalén, y de Jerusalén al Cielo. Por eso, el Libro de los Hechos recuerda la actividad misionera de Jesús con gratitud: su vida y sus enseñanzas, su pasión y su resurrección, sus instrucciones finales para que sean "bautizados en el Espíritu Santo".
 

La promesa del Espíritu Santo.

El camino progresivo de Cristo-Cabeza marca el de su Cuerpo. La Iglesia peregrina hacia la Jerusalén celestial, identificada con Cristo, camina hacia el Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Es la fuerza que Cristo promete a los suyos: Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Cristo nos prometa el Espíritu Santo para que podemos ser sus testigos en medio del mundo. Hemos de perseverar en la oración con María y los Apóstoles para prepararnos a la venida del Espíritu Santo y recibir las fuerzas que necesitamos para ser fieles a nuestra vocación y misión como bautizados.
 


 

Invocación mariana.

Santa María del Cenáculo. Tú presides la oración de los Apóstoles en el Cenáculo preparando la venida del Espíritu Santo según el mandato de tu Hijo. Queremos perseverar en oración contigo para renovarnos en el Espíritu Santo y recibir nuevas fuerzas para recorrer el camino de Cristo.

 

SEGUNDA LECTURA. Efesios, 1, 17-23.

Recorrer el camino de Cristo.

La Iglesia ha de recorrer el camino de Cristo. Necesita sabiduría, revelación y luz interior para conocer la redención que el Padre desplegó en Cristo. Es la cimentación y desarrollo de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad.

Fe en Cristo Redentor: en su Persona divina, en su Evangelio, en su Muerte y Resurrección, en su Ascensión al cielo por encima de todo principado... y de todo nombre conocido. Fe en la Iglesia, cuerpo de Cristo porque el Padre todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todo.

La Esperanza es virtud específica del camino. Caminemos con la mirada puesta en la riqueza de gloria que (el Señor) da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros. La esperanza engendra alegría porque se apoya en la certeza del cumplimiento de la promesa de salvación y en el poder infalible de Dios.

La caridad teologal es clave para el cristiano. Amar a Cristo hasta la identificación porque somos miembros de su cuerpo. Revestirnos de los sentimientos de su corazón. Que el mismo Cristo, en nosotros, siga entregándose al Padre y evangelizando en nuestros ambientes. La Iglesia quiere seguir siendo prolongación de los sentimientos del Corazón de Cristo en medio del mundo.
 

Invocación mariana.

Virgen fiel que recorres el camino de Cristo tu Hijo como Corredentora desde Nazaret hasta la Cruz y la Resurrección. Enséñanos a recorrer el camino de Cristo hasta alcanzar la salvación.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos, 16, 15-20.

El mandato apostólico.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Es el mandato apostólico de Cristo a la Iglesia. Todos los bautizados, según el don de la vocación y misión que hayamos recibido, hemos de cumplirlo.
 

No tengamos miedo.

No tengamos miedo. Seamos apóstoles valientes. Cristo asciende a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Allí vive eternamente e intercede por nosotros.

En la Iglesia, ha querido permanecer sacramentalmente presente en la Eucaristía. La comunidad eclesial se nutre y alimenta de la Eucaristía. No tengamos miedo. Confiemos en Cristo, apoyados en la Eucaristía. Y seremos, Heraldos itineran­tes de Cristo, al servicio de la Nueva Evangelización con el ardor de los santos.



 

Sigamos el ejemplo de los Apóstoles.

Sigamos el ejemplo de los Apóstoles. El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se lanzaron a proclamar el Evangelio por todas partes, con valentía, hasta el martirio. El Señor estaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
 

Invocación mariana.

Reina de los Apóstoles: Tú eres evangelio vivo, la primera en proclamar el nombre de Cristo e instruyes a los apóstoles en el conocimiento de la vida y la doctrina de tu Hijo. Instrúyenos en el conocimiento del Evangelio y a ser testigos de Cristo en medio del mundo.

 

 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.