La Virgen María (4)

María, Cristo y la Iglesia

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 
 



 

MEDITACIÓN
 

 

MARÍA EN FUNCIÓN DE CRISTO
Y DE LA IGLESIA


(Cf. Cong. Ed. Cat.03. 03.1988 O.R.,1027(88)17)





RELACIÓN DE MARÍA CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD

María y Dios Padre.

María está en el plan de salvación. El Padre, al predestinar la naturaleza humana que va a ser asumida por la naturaleza divina en la Persona de Cristo, está predestinando a la Virgen como Madre de Dios.

Por eso, “al llegar la plenitud de los tiempos , envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibiésemos la adopción” (Gal.4,4-5) María escuchará en fe el plan del Padre sobre Ella por medio del Ángel. Lo acoge en obediencia y se entrega en amor como esclava. Se convierte en Madre de Dios (Lc.1,38)
Por eso el Padre la llena de gracia y será la Inmaculada Concepción, la siempre Virgen antes, en y después del parto. Será la Virgen-Madre.

María y Dios Hijo.

María es la Madre de Dios Hijo. Dogma de Fe que gozosamente creemos (Éfeso, 431) Es el fruto más espléndido de la Redención, singular y excepcionalmente redimida por el Hijo. Hija del Hijo en el orden de la gracia. Es la Inmaculada Concepción: libre del pecado original y sus secuelas.

María es la mejor discípula de Cristo, su Hijo: la primera evangelizada que acoge las palabras del Hijo y las guarda en su corazón. María es, al mismo tiempo, la mejor confidente del Hijo. ¿Cómo serían las conversaciones íntimas del Hijo con su Madre?

María y Dios Espíritu Santo.

La Iglesia llama Esposa del Espíritu Santo a María (L. G. 53. 56) por su entrega y fidelidad a la acción del mismo Espíritu.

En efecto, es el Espíritu Santo el que la llena de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios, haciendo de Ella una nueva criatura del todo privilegiada y excepcional, con el sello de la virginidad perpetua (Lc.1,35).
 


RELACIÓN DE MARÍA CON LA IGLESIA

María es miembro supereminente y singular de la Iglesia al ser excepcionalmente redimida y llena de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios. Ocupa un lugar inmediato y subordinado a Cristo (L.G.53).

María es Madre de la Iglesia porque al ser Madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo místico, es Madre de su Cuerpo que es la Iglesia.

María es figura y modelo de la Iglesia por ser Virgen, Esposa, Madre; por la integridad de su fe; por la serenidad de su esperanza; por su unión amorosa con Cristo; por su testimonio de vida y por su apostolado (L. G. 53. 63.65) Podemos afirmar que la Iglesia se inspira en Ella.

María es intercesora para la Iglesia, pidiendo los dones de salvación. Con caridad materna cuida de los hermanos de su Hijo. La Iglesia la experimenta como Abogada de los necesitados, Auxiliadora de los cristianos, Socorro de los pecadores, Medianera de todas las gracias (L. G.62).

María es imagen escatológica porque está asunta al Cielo en cuerpo y alma. Es primicia de la Iglesia peregrina que en Ella contempla con alegría lo que espera ser, y en Ella encuentra un signo de segura esperanza y consolación (S. C.103; L. G.68).


RELACIÓN DE MARÍA CON EL HOMBRE

El hombre está llamado a ser Hijo de María porque al recibir el sacramento del Bautismo forma parte del Cuerpo místico de Cristo, cuya Madre es María.

María es la suprema expresión de la libertad humana en la cooperación del hombre con Dios y de la libertad activa de la mujer por el SÍ plenamente consciente y libre a la Encarnación del Verbo (R. M. 46).
 
María expresa la más alta realización histórica del Evangelio y la más completa realización en el plano humano, en la convergencia entre los datos de la fe y los de las ciencias antropológicas, por su equilibrio y dominio de sí, por su sentido de responsabilidad, por su apertura a los otros, por su espíritu de servicio, por su fortaleza y amor sin límites.

Es necesario acercar la figura de María al hombre, así como su imagen histórica de humilde mujer hebrea. Es necesario mostrar sus valores humanos iluminando el estudio sobre el hombre y, especialmente, la dignidad de la mujer.


CONCLUSIÓN

Cultivemos el verdadero culto y devoción a María mediante el conocimiento más completo y exacto de la mariología. Así cultivaremos un amor auténtico a María, tratando de imitar sus virtudes y vivir en la voluntad de Dios, guardando sus Mandamientos.

Introduzcamos a María en la propia vida interior con relaciones filiales-maternas. Ello será fuente de gracia para nosotros y para todo el pueblo cristiano.

 


 

   


 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.