Domingo 5º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

QUINTO DOMINGO – CICLO C
                 
 

Contemplando la vida de Cristo en la escuela de María, al compás del Rosario, nos encontramos con Dios, adoramos su misterio y somos llamados a darlo a conocer y a proclamar el amor que nos tiene.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías 6, 1-2ª. 3-8.

La experiencia del Profeta.

El Profeta Isaías tiene un encuentro íntimo con Dios: Ve al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Los serafines proclaman la santidad del Señor, junto a su trono: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los Ejércitos, la tierra está llena de su gloria!

El Profeta experimenta su pequeñez ante la grandeza de Dios, se siente indigno de ver al Rey y Señor y reconoce que necesita ser purificado. Uno de los serafines voló hasta él con un ascua en la mano y la aplicó a su boca diciendo: Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.

Nosotros, desde nuestra pequeñez, nos postramos con los ángeles para adorar el misterio de Dios. Que nuestra vida sea adoración del misterio de Dios en el tiempo, en la muerte y en la eternidad.
 

La disponibilidad del Profeta.

Isaías escuchó la voz del Señor, que decía: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? El Profeta contestó: Aquí estoy, mándame. Y se entregó a denunciar el pecado, a invitar a la conversión, a anunciar la liberación y la salvación.

Esta disponibilidad es imagen de Cristo al venir a este mundo: Heme aquí que vengo, para hacer, ¡Oh Dios! tu voluntad (Cf. Hebr. 10, 7). Y Cristo se anonadó, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz ( Cf. Fil. 2, 7-9) para redimirnos y salvarnos, siguiendo la voluntad del Padre.
 


 

Invocación mariana.

Santa María de la disponibilidad plena: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el Verbo de Dios se hizo carne al calor de tu corazón por obra del Espíritu Santo, cumpliéndose la voluntad del Padre. Enséñanos a estar disponibles al querer de Dios sobre nuestras vidas: Padre, heme aquí para hacer tu voluntad.

 

SEGUNDA LECTURA. Primera a los Corintios 15, 1-11.

La cercanía de Dios.

Dios no es un Ser lejano, sentado en su trono, que habita allá en lo alto. Dios es el Ser cercano que viene hasta nosotros, que se hace uno de nosotros, en Jesucristo. Por eso, el Verbo de Dios se hace hombre, naciendo de María Virgen por obra del Espíritu Santo según la voluntad del Padre.
 

La centralidad de Jesucristo.

Cristo es el Enmanuel, Dios con nosotros. Cristo es el centro del Nuevo Testamento. Es lo que San Pablo nos enseña: Os recuerdo el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis y en el que estáis fundados, y que os está salvando… Este Evangelio tiene un nombre: Cristo.

Es lo primero que San Pablo nos transmite: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Pedro, a los doce, a más de quinientos hermanos, a Santiago y al mismo Pablo.

Concluye el Apóstol: Pues bien, tanto ellos (los apóstoles) como yo esto es lo que predicamos; esta es lo que habéis creído.
 

Nuestra actitud.

Centramos nuestra vida en Jesucristo. En su Persona divina: es Dios como el Padre y lo adoramos. En las enseñanzas del Evangelio que nos marcan el camino de salvación y lo aceptamos sin fisuras. En la vida sobrenatural de la gracia que nos ofrece y nos santifica. En la Iglesia por Él fundada, comunidad de creyentes en la cual queremos vivir y morir como hijos fieles.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú experimentaste la cercanía de Dios en Cristo de forma excepcional y privilegiada: lo llevaste virginalmente en tu seno, lo tuviste maternalmente entre tus brazos, conviviste con Él en Nazaret, lo acompañaste en la Cruz … Enséñanos a vivir en Cristo, desde Él y para Él, en su cercanía e intimidad, fieles al Espíritu Santo, para gloria del Padre.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas, 5, 1-11.

Cristo busca colaboradores.

Cristo busca colaboradores para predicar el Evangelio. Se sirve pedagógicamente de la pesca milagrosa. Jesús predica a la gente junto al lago de Genesaret. Allí había dos barcas y Jesús se subió a una de ellas, la de Simón, y le dice: Rema mar adentro y echad las redes para pescar. Simón le dice que se han pasado la noche bregando y que no han cogido nada, pero, por tu palabra, echaré las redes. Se realizó el prodigio: hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red.

San Pedro al ver el dominio de Jesús sobre el mar se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Igualmente, quedaron asombrados Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, así como los demás compañeros.
 


 

Cristo elige a sus primeros colaboradores.

Entonces Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Se fueron a vivir con Jesús, a conocerlo en la intimidad, a conocer su doctrina… a prepararse para la misión de comenzar a predicar el Evangelio por el el mundo hasta el martirio.
 

Nuestra colaboración con Cristo.

Nosotros también somos llamados a colaborar con Cristo como bautizados y miembros de su Iglesia. Para ello, necesitamos conocer a Cristo y convivir con El para amarlo.

Crecemos en el conocimiento y amor de Cristo cuando profundizamos en la meditación de la Palabra de Dios bajo la guía del Magisterio de la Iglesia; cuando intensificamos la vida sobrenatural con la frecuencia de los sacramentos y experimentamos la amistad divina con la oración.

Entonces, daremos testimonio de Cristo, de su Evangelio y de su Iglesia con fidelidad y valentía desde el lugar que ocupamos en la Iglesia y en la sociedad. Seremos colaboradores de Cristo en la Iglesia.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú fuiste llamada por Dios para ser colaboradora excepcional en la obra de la Redención y te entregaste como víctima de amor. Enséñanos a decir sí al plan de Dios sobre nosotros y a ser fieles a la gracia que nos da para ser colaboradores valientes de Cristo allí donde nos necesite.

        
 


 

 

 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.