Domingo 28º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 


 

 DOMINGO VIGÉSIMO OCTAVO – CICLO A.
                 
  

Estamos hambrientos y sedientos de Cristo. María nos invita a sentarnos en el banquete del Reino para saciarnos de la Palabra y alimentarnos del Cuerpo y de la Sangre de su Hijo.

María, en el Rosario, nos ayuda a contemplar la vida y las enseñanzas de Jesús y nos dispone a participar centralmente del Banquete eucarístico como preparación para el banquete del Reino.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías, 25, 6-10ª.

El Señor prepara un banquete.

Es un anuncio mesiánico de salvación: Preparará el Señor de los Ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Será el banquete del Reino de los cielos.

Es un banquete que saciará el hambre con alimentos que causarán la paz frente a la guerra, que nos dará la vida frente a la muerte. Será el alimento de la vida y la doctrina de Cristo, de su Cuerpo y de su Sangre en la Eucaristía.
 

Será la presencia de Dios.

Será la presencia amorosa y providente de Dios que nos facilitará los medios de salvación y nos conduce hacia ella. Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor, reposará sobre este monte.

Será la Presencia real de Cristo de Cristo en la Eucaristía, alimento del camino.
 

Invocación mariana.

Señora y Madre del Camino. Tú conoces las dificultades que tenemos como peregrinos hacia la salvación. Que no nos falte el alimento de la palabra de tu Hijo y la realidad de su Presencia, Cuerpo y Sangre, en la Eucaristía, para participar en el banquete del Reino.

 


SEGUNDA LECTURA. Filipenses, 4, 12-14. 19-20.

Cristo en nuestra fortaleza.

San Pablo nos ofrece el testimonio de su vida sobre las dificultades del camino. Estoy entrenado en todo y para todo: en pobreza y abundancia, en hartura y hambre, en privación, incomprensiones, persecuciones... pero todo lo puedo en aquel que me conforta, esto es, en Cristo Jesús.

Nosotros, peregrinos hacia el banquete del Reino, recorremos un camino lleno de dificultades y asaltos ideológicos, de riesgos de pecado, de condenación y de muerte... pero, si vivimos unidos a Cristo, no tengamos miedo

Vivimos unidos a Cristo -en comunión con Él- cuando perseveramos en la vida de la gracia santificante por medio de los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía; por la oración cristiana como trato de intimidad con el Señor; por la práctica de las virtudes cristianas, especialmente la caridad... Entonces, tenemos fuerzas para superar las dificultades y ser testigos valientes de la fe en medio del mundo.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra. Nos comprometemos a vivir con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos. Que la meditación de los misterios del Rosario nos ayude a perseverar en la unión con Cristo. Que el Rosario sea nuestra defensa para superar las dificultades del camino, para ser santos y para alcanzar la salvación.

 

TERCERA LECTURA. San Mateo, 22, 1-14.

Cristo organiza el banquete de bodas.

Cristo es el Hijo enviado por el Padre, Dios como el Padre, Dios con nosotros. Es el Rey que invita al banquete de bodas, al banquete del Reino, a la salvación. Es una invitación que tiene carácter universal.
 

Todos invitados al banquete.

Los súbditos son invitados al banquete, pero éstos no quisieron ir, presentando diversas excusas a pesar de que el banquete estaba preparado: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda.

Los convidados, incluso, maltrataron a los mensajeros del Rey y los mataron. Entonces el Rey acabo con aquellos asesinos.

El Rey, finalmente, mandó a sus criados a los cruces del camino para que invitaran a todos los caminantes, y se organizó el banquete. La invitación es universal, se dirige a todos los hombres de cualquier pueblo y raza. La invitación se dirige a nosotros. ¡Vayamos al banquete!
 

Las condiciones del banquete.

El banquete del reino tiene un precio infinito: la muerte del Hijo en la Cruz y su Resurrección.

Participar en el banquete tiene un traje apropiado. Es necesario llevarlo para no ser definitivamente excluido. Se trata de la vestidura de la gracia.

Nosotros, redimidos por la sangre de Cristo, revestidos de la vida sobrenatural de la gracia, hemos comenzado a participar del banquete del Reino y, a su vez, somos mensajeros para decir a los hombres que se dejen redimir por Cristo, que se revistan de la gracia, que pasen al banquete de boda.
 

Invocación mariana.

Dios te salve Reina y Madre de misericordia... Tú eres nuestra Reina porque eres la Madre del Rey. Alcánzanos las gracias que necesitamos para perseverar como súbditos fieles de tu Hijo, revestidos del traje de la gracia que nos haga dignos de participar para siempre en el banquete del Reino.

        

 



 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.