Domingo 22º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO – CICLO A.
                 
  

Con María, contemplamos la vida de Cristo en el Rosario. La vida de Cristo es la revelación del amor que el Padre nos tiene, entregando su Hijo a la muerte. Amor hasta el extremo que pide nuestra entrega.

 

PRIMERA LECTURA. Jeremías 20, 7-9.

Las confesiones de Jeremías.

El Profeta confiesa que se siente seducido por la fuerza del amor de Dios y por la potencia de su palabra: Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.

Jeremías confiesa, igualmente, la dificultad y el desaliento para predicar a un pueblo pecador. Es el hazmerreír de la gente, se burlan de él. Tiene que anunciar castigos. La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día.

Pero el Profeta seducido y forzado por el amor de Dios no podía dejar de predicar. El fuego del amor ha prendido la palabra de Dios en la mente y en el corazón del Profeta: La palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía.
 

Nuestras confesiones.

También nosotros nos sentimos seducidos por la fuerza del amor de Dios. Tenemos que ser profetas con el testimonio de vida y la palabra según el don de la vocación recibida. Pero nos movemos en un mundo hostil que nos desprecia. Podemos caer en el desaliento y en el abandono. Pero el amor de Dios y la potencia de su palabra nos urgen por dentro. Tenemos que ser valientes.
 

Invocación mariana.

Reina de los Profetas que proclamas las grandezas del amor de Dios desde la Encarnación del Verbo hasta la Cruz, superando toda incomprensión y hostilidad. Alcánzanos el dejarnos prender por el fuego del amor de Dios para ser testigos valientes de la verdad.

 

SEGUNDA LECTURA. Romanos,11, 1-2.

La vida del bautizado ha de ser una respuesta de amor.

El apóstol nos exhorta por la misericordia de Dios a presentar nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios. Toda nuestra vida ha de ser un acto de culto.

Ofrecemos nuestra existencia como acto de culto cuando vivimos en gracia de Dios, cuando hay amor-respuesta al que Cristo nos tiene. Si Cristo me amó hasta el extremo, yo he de hacer de toda mi vida una oblación de amor.

Por lo tanto, no me ajustaré a los principios y criterios de este mundo, sino a los principios de la fe motivados por el amor. Buscaré en todo la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto, o sea, trataré de ser santo.
 

Invocación mariana..

Madre del Rosario. Tu vida es entrega total de amor, hostia viva, santa y agradable a Dios, desde la encarnación hasta la cruz y la resurrección de Cristo, tu Hijo. Enséñanos a hacer de nuestra vida una respuesta de amor al que Cristo nos tiene, tratando de agradar al Padre en el Espíritu Santo.

 

 

TERCERA LECTURA. San Mateo, 16, 21-27

El centro del amor.

El centro de la entrega de Cristo es su pasión, muerte y resurrección: tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho... tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Es un imperativo categórico del amor que Cristo tiene al Padre y a nosotros.

El mensaje de amor de Jesús, centrado en la cruz, no es comprendido, ni aceptado. San Pedro, en nombre de los discípulos increpa a Jesús: ¡No lo permita, Dios, Señor! Eso no puede pasarte. La respuesta de Jesús es terminante: ¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tu piensas como los hombres, no como Dios!

El misterio de la cruz de Jesús no lo podemos entender ni aceptar con criterios humanos. Sólo desde Dios, desde la fe animada por el amor se puede comprender el valor redentor de la Cruz, y su fuerza corredentora cuando participamos de Ella.
 

El seguimiento de Cristo.

Seguir a Cristo es responder a una llamada de amor que Cristo nos hace y supone estar dispuesto a salir al encuentro de la cruz: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Cristo nos llama y nos invita a cargar la cruz, imitándolo a Él, a negarnos a nosotros mismos buscando sólo el querer de Dios, a perder la vida por amor a Él, a olvidar las cosas de este mundo para ganar los bienes del Cielo.

Es un programa duro y exigente que solamente es posible comprender y aceptar si nos abrimos al amor de Jesús y nos proponemos hacer de nuestra vida una respuesta de amor.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra: te contemplamos al pie de la Cruz en el quinto misterio doloroso del Rosario.

Tu entiendes como nadie el misterio de la Cruz de tu Hijo porque te has dejado invadir por el amor de Dios sin condiciones y porque has hecho de tu vida una hostia de amor.

Ayúdanos a dejarnos amar por tu Hijo que nos llama a entregarnos amorosamente a Él. Que comprendamos y aceptemos la centralidad de la Cruz.



 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.