Domingo 19º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO NOVENO DOMINGO – CICLO B
                 
 

Con María, recorremos el camino de la vida de Cristo: la infancia, la vida pública, la pasión y la resurrección, meditando los misterios del Rosario. En la Escuela de María, aprendemos a recorrer el camino de nuestra vida en comunión con Cristo, fortalecidos por la Eucaristía.

 

PRIMERA LECTURA. Libro primero de los Reyes, 19, 4-8.

El cansancio de Elías.

Elías huye de la reina de Jezabel hacia el desierto, camino del Sinaí. Sintió cansancio, hambre y sed, al final de la jornada. Se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo: Basta ya, Señor, quítame la vida... Se echó debajo de la retama y se quedó dormido.
 

El pan del cielo.

Un ángel despertó a Elías diciéndo: Levántate, come. Miró Elías y vio a su cabezera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Elías comió, bebió y volvió a echarse a dormir. El ángel insistió por segunda vez: Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas... Elías comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios.
 


 

Recuerdo y signo.

El alimento que ofrece el ángel a Elías recuerda el maná del desierto: Dios sale al encuentro de la fatiga y del cansancio del camino.

Al mismo tiempo es signo del alimento que Cristo ofrecerá: su Cuerpo y su Sangre como alimento y bebida sobrenaturales para el camino duro y difícil de la salvación.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres Madre de los peregrinos porque nos precedes en el camino hacia el Cielo, y eres la primera en alcanzar la meta. Madre: necesitamos del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, alimento y bebida, para recorrer el camino sin desfallecer y llegar al Monte santo.

 

SEGUNDA LECTURA. Efesios, 4, 30-5, 2.

La conducta del cristiano.

San Pablo nos marca las directrices del camino que ha de recorrer el cristiano.

Ser imitadores de Dios. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos. Somos imitadores de Dios cuando vivimos y ponemos los medios para perseverar en la gracia sobrenatural porque reflejamos la vida íntima de Dios.

Vivir en el amor. Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor. Vivir en el amor que nos ha sido dado en Jesucristo. Amar como Cristo que, en nosotros, quiere seguir entregándose como oblación y víctima por la salvación de las almas. Amar al prójimo en sus necesidades espirituales y materiales con el amor de Cristo.

Ser fieles al Espíritu Santo: No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final. El Espíritu Santo nos ha sellado para siempre en el Bautismo como pertenencia de Dios. Él nos impulsa a ser fieles a Dios en el amor. Sepamos escuchar al Espíritu para caminar en la verdad y el amor.
 

La ascesis del cristiano.

Se sigue la ascesis del cristiano como testigo del amor de Dios. Por lo tanto, vivamos alegres y humildes, practicando el bien, la comprensión, el perdón, la reconciliación, la paz....
 

Invocación mariana.

Santa María, Hija de Dios Padre: enséñanos a vivir como hijos de Dios. Santa María, Madre de Dios Hijo: enséñanos a entregarnos a Dios y a los hermanos con el amor de Cristo. Santa María, Esposa del Espíritu Santo: enséñanos a ser fieles al Espíritu Santo que nos impulsa a ser santos.

 

TERCERA LECTURA. San Juan 6, 41-52.

El verdadero alimento del camino.

Cristo se autopresenta como alimento y bebida de nuestro caminar hacia el Cielo. Es la Eucaristía que nos alimenta y fortalece: Yo soy el pan de vida que causa la vida para siempre.
 


 

Cristo es el pan que baja del cielo.

La Eucaristía responde al plan salvífico del Padre que quiere nuestra salvación y en su Providencia nos procura el alimento del alma que nos ayuda a peregrinar hacia la Patria definitiva

La Eucaristía contiene la obediencia del Hijo que se hace obediente hasta la muerte y, consecuentemente, se hace Eucaristía: renovación incruenta del Sacrificio del Calvario, Comunión que alimenta, Presencia real que nos acompaña y conforta.

La Eucaristía lleva el sello del Espíritu Santo, esto es, la marca del Amor infinito de Dios que inventa la Eucaristía.
 

La Eucaristía.

La Eucaristía nos atrae hacia el Padre porque contiene a Cristo que al atraernos hacia Él, nos atrae hacia el Padre.

La Eucaristía causa la vida eterna y es fuente de resurrección final porque el que come de la Eucaristía, vivirá para siempre: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
 

Invocación mariana.

María: en Belén nos ofreces a Cristo nuestro Redentor como Salvador, y en la Eucaristía nos ofreces a Cristo para que comamos y bebamos el alimento y la bebida de la salvación.

María: eres Madre de la Eucaristía por ser Madre de Cristo. Que no nos falte nunca el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento y bebida.

María: eres Mujer eucarística por excelencia. Enséñanos a ser adoradores de la Eucaristía.

        
 


 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.