Domingo 17º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO SÉPTIMO DOMINGO – CICLO B
                 
 

Estamos en la Escuela de María. Somos hambrientos de Dios. Los Evangelios contienen la vida, las enseñanzas y los milagros de Cristo. Los misterios del Rosario nos ayudan a calmar el hambre que tenemos de Dios porque recordamos, meditamos y contemplamos los misterios de Cristo y nos orientan hacia la Eucaristía.

 

PRIMERA LECTURA. Libro segundo de los Reyes 4, 42-44.

Los milagros de Eliseo.

Eliseo es un hombre justo, heredero del espíritu de Elías. Tiene como misión manifestar la voluntad de Dios a su pueblo. Realiza milagros que confirman la misión que ha recibido.
 

La multiplicación de los panes.

Un israelita quiere ofrecer las primicias de su cosecha a Dios y presenta veinte panes de cebada por medio de Eliseo. Éste manda que se reparta a la gente. El pan se multiplica milagrosamente. Comen cien personas, cumpliéndose la palabra del Señor: Comerán y sobrará.



 

Signo de Jesucristo.

Eliseo es signo de Jesucristo. Jesucristo es Persona divina, el Profeta de los profetas. Tiene como misión confiada por el Padre, anunciar el Reino de los Cielos. Los milagros confirman la misión divina que le ha confiado el Padre y que será rubricada con su muerte y resurrección.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra: Tú nos ofreces a Cristo, verdadero pan del cielo. Enséñanos cómo saciar nuestra hambre de Dios en la Eucaristía, Sacrificio-Comunión-Tabernáculo. Que no nos falte nunca el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo.

 

SEGUNDA LECTURA. Efesios, 4, 1-6.

Llamada a la unidad.

Dice San Pablo: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.

La unidad es una exigencia de nuestra vocación cristiana: formamos un solo cuerpo y un solo espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.

La unidad brota de la gracia recibida en el Bautismo. Estamos unidos vitalmente en Cristo y con nuestros hermanos: Un Señor, una fe, un Bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo.

La unidad en Cristo y con los hermanos es una maravillosa y misteriosa realidad que nos hace dar gracias y bendecir al Señor: Bendito sea por los siglos de los siglos. Amén.
 

Ascesis de la unidad.

La unidad requiere una ascesis que brota de la intensidad de nuestra unión con Cristo, motivada por la caridad. Entonces, seremos humildes, amables, comprensivos, nos soportaremos mutuamente, viviremos en paz....
 

El alimento de la unidad.

El alimento de la unidad es la Eucaristía porque nos alimentamos del mismo cuerpo y de la misma sangre: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Somos uno en Cristo y en Él se construye, se alimenta y crece la unidad.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres Madre de la unidad porque eres Madre de Cristo, principio de la unidad. María: Tú eres modelo de unidad porque vives en comunión privilegiada con Cristo. María: Tú eres causa de unidad porque eres corredentora con Cristo. Condúcenos por el camino de la fidelidad a la gracia para permanecer siempre unidos a Cristo y a los hermanos. Que seamos signo de unidad por el testimonio del amor.

 

TERCERA LECTURA. San Juan, 6, 1-15.

La multiplicación de los panes y los peces.

A Jesús lo seguía mucha gente atraída por los milagros que hacía. Jesús quiere darles de comer porque llevaban mucho tiempo con Él. Pero no tenía ni dinero, ni provisiones.

Dice Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.

Dice Andrés: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos?

Jesús mandó que todos se sentaran en el campo, dijo la acción de gracias y comenzó a repartir la comida. Comieron todos, se saciaron y sobró comida. Sólo los hombres eran unos cinco mil.



 

Signo de la Eucaristía.

La multiplicación de los panes y los peces, evidentemente, no es la Eucaristía. Pero sí es un signo eucarístico.

Nosotros, peregrinos, tenemos hambre de Dios en nuestros corazones. Jesús se compadecerá de nosotros y nos ofrecerá su Cuerpo y su Sangre como alimento del camino que alivia nuestro peregrinar por este mundo y restaura las fuerzas de la voluntad hasta alcanzar la Patria definitiva.
 

Invocación mariana.

María, Madre de los peregrinos. Tú eres Madre de la Eucaristía porque eres la Madre de Cristo. Tú nos ofreces maternalmente el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo como una madre ofrece el alimento a sus hijos. Atráenos siempre hacia la Eucaristía.



 


 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.